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Biografía de Natalio Berman Berman
por Christian Parra V.

Un hombre de su siglo
Natalio (Noaj) Berman Berman (Odessa, Imperio Ruso, 10 de octubre de 1908 – Santiago de Chile, 13 de abril de 1957) fue un médico cirujano, político, periodista, escritor y crítico literario chileno de origen judío ruso. Su vida, un reflejo de los grandes dramas y esperanzas del siglo XX, atravesó revoluciones, guerras mundiales, persecuciones y la lucha por la justicia social en su patria adoptiva, Chile. Como uno de los tres primeros parlamentarios judíos en la historia del país, Berman combinó su vocación médica con un compromiso político y humanitario que lo convirtió en un símbolo de resistencia. Casado con Luisa Kohen Raier, una talentosa Doctora en Leyes argentina, además de concertista, tuvo cuatro hijos –Felisa, Anny, Susy y Natalio–, quienes perpetuaron su legado de servicio y principios. Falleció en 1957, y aunque su memoria quedó silenciada durante la dictadura militar, investigaciones familiares e históricas lo han rescatado como un ícono del humanismo chileno.
De Podolia a Valparaíso
Natalio nació en un pueblo de Podolia, entonces parte del Imperio Ruso, en un hogar judío acosado por la pobreza y el antisemitismo. La Revolución Rusa de 1905 había desencadenado una ola de pogromos –ataques violentos contra comunidades judías–, y la familia Berman vivía bajo el temor constante de la persecución. En 1914, el estallido de la Primera Guerra Mundial los empujó a emigrar. Isaías Berman, su padre, partió primero hacia América, llegando al puerto de Talcahuano tras sobrevivir a una enfermedad en el viaje. Clara, su madre, junto a Natalio y sus hermanas Luisa y Sofía, intentó seguirlo, pero quedó atrapada en Europa al cruzar la frontera alemana. Capturados como prisioneros de guerra, fueron internados en un campo donde reinaban el hambre, el frío y las enfermedades.
Natalio, con apenas seis años, contrajo escarlatina y fue separado de su madre, trasladado al Hospital Eppendorff con otros niños enfermos. Este trauma, que describiría en Paradojas (1932) como “un arma de tormento psicológico”, marcó su infancia. En 1916, un intercambio de prisioneros permitió su liberación, y tras un viaje agotador por Dinamarca, Suecia y Noruega, la familia llegó a Chile en 1917. Valparaíso, su nuevo hogar, era un puerto cosmopolita pero en declive tras el fin del auge del salitre, un recurso clave para explosivos bélicos. La pequeña comunidad judía local acogió a los Berman, ayudando a Isaías a establecerse como pequeño comerciante mientras Clara criaba a sus hijos en un entorno de adversidad y esperanza.
Fe, identidad y compromiso
El judaísmo fue un pilar fundamental en la vida de Natalio Berman, no solo como herencia cultural, sino como un marco ético y espiritual que guió sus acciones. Criado en una familia judía tradicional de Podolia, Natalio creció inmerso en las costumbres y valores del judaísmo asquenazí. Aunque no hay registros específicos de su bar mitzvá, es razonable suponer que lo celebró alrededor de 1921, a los 13 años, poco después de llegar a Chile. En esa época, la comunidad judía de Valparaíso, aunque pequeña, mantenía sinagogas modestas y rituales comunitarios, y un joven como Natalio, hijo de inmigrantes religiosos, habría participado en este rito de paso. Probablemente tuvo lugar en una sinagoga local, con una ceremonia sencilla pero significativa, marcando su entrada formal a la adultez judía.
A lo largo de su vida, Berman mantuvo una relación activa con la sinagoga, especialmente en Valparaíso y luego en Santiago. Durante su juventud, asistía regularmente a los servicios en la Sinagoga Maguen David de Valparaíso, un espacio fundado por inmigrantes judíos rusos y polacos que se convirtió en un centro de vida comunitaria. Allí, participaba en las festividades de Rosh Hashaná, Yom Kipur y Pésaj, manteniendo las tradiciones que sus padres le inculcaron. Sin embargo, su judaísmo no era ortodoxo en el sentido estricto; como muchos judíos progresistas de su generación, equilibraba la observancia religiosa con un enfoque pragmático, adaptándose a las demandas de su vida pública y profesional en un país mayoritariamente católico.
Su matrimonio con Luisa Kohen Raier, también de ascendencia judía, fue un reflejo de esta identidad. El día 23 de mayo de 1943 se casaron bajo la jupá –el dosel tradicional judío– en una ceremonia oficiada por el rabino Magendzo, siguiendo las costumbres de la comunidad chilena de la época. El regalo de boda que recibió del Comité Representativo Judío –un piano de cola para Luisa, inscrito en el “Libro de Oro de Jerusalén”– sugiere que la boda tuvo un fuerte componente comunitario y religioso, celebrado con la participación de líderes judíos locales. Este acto no solo unió a la pareja, sino que reforzó su compromiso con la vida judía en Chile.
El sionismo, más que las prácticas religiosas diarias, fue el eje de su identidad judía. Desde los 15 años, cuando participó en el Cuarto Congreso Sionista Chileno, Berman abrazó la causa de un hogar nacional judío en Palestina. Su liderazgo en la Asociación de Jóvenes Israelitas y el Centro “Lord Balfour” reflejaba esta pasión, que combinaba con una ética judía de justicia social –el concepto de tikun olam (reparar el mundo)– evidente en su labor política y humanitaria. No hay indicios de que hiciera aliá (emigración a Israel) tras la creación del Estado en 1948, ni de que obtuviera la nacionalidad israelí, pero su apoyo vocal al nuevo estado –expresado en discursos parlamentarios– muestra que lo consideraba una extensión de sus ideales.
Cabe destacar su significativa intervención para que Chile optara por la abstención en la histórica votación de la Organización de las Naciones Unidas en 1948, relativa a la creación del Estado de Israel, evitando un voto en contra. Además, fue un activo promotor del fomento y estrechamiento de las relaciones bilaterales entre Chile e Israel.
Tras su muerte en 1957, Berman fue enterrado en el Cementerio Israelita de Santiago, un camposanto fundado por la comunidad judía para honrar a sus fallecidos según los ritos tradicionales. Su funeral, fue multitudinario e incluyó oraciones judías como el Kadish, recitado por sus hijos y amigos cercanos. Este descanso final en un cementerio judío subraya que, pese a su vida inmersa en la política chilena, nunca abandonó su identidad religiosa y cultural.
Un joven con vocación
La vida en Chile no fue amable con Natalio, pero el siempre vio la adversidad como una oportunidad, quizás como un mecanismo de autocensura y agradecimiento al país que lo acogió como inmigrante.
La muerte temprana de su padre, las dificultades económicas y un accidente que le costó una extremidad lo obligaron a madurar rápidamente. Estudió en el Liceo de Hombres de Valparaíso, destacándose por su inteligencia y su habilidad para dominar el español en poco tiempo. A los 16 años ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, donde se tituló como médico cirujano a los 21 años en 1930 con una tesis sobre “Metrorragias extrauterinas”, un trabajo que reflejaba su interés por la salud femenina y las afecciones de las clases más vulnerables. Durante sus estudios, fue ayudante ad honorem de Anatomía y profesor en la Escuela de Medicina, mostrando una vocación docente que más tarde ejercería en Concepción como instructor de la Cruz Roja y el Liceo de Niñas.
Desde joven, Berman se involucró en la comunidad judía chilena, que tras la Declaración Balfour de 1917 –un apoyo británico al hogar judío en Palestina– comenzaba a organizarse en torno al sionismo. A los 15 años fue delegado en el Cuarto Congreso Sionista Chileno, impresionando por su oratoria. En 1930 asumió la presidencia de la Asociación de Jóvenes Israelitas, fundó el Centro “Lord Balfour” en Valparaíso y editó la revista Nosotros, un medio que no solo difundía sus ideales sionistas y sociales, sino que también financió sus estudios y los de su hermana Luisa, pionera como la primera médica judía en Chile. Su liderazgo lo llevó a representar a Chile y Latinoamérica en el Congreso Judío Mundial, consolidando una visión que trascendía fronteras.
Parlamentario del Partido Socialista al servicio del pueblo
La trayectoria política de Berman comenzó en los años 30, en un Chile convulso por la crisis económica post-salitre y las revueltas obreras. Militó en la Nueva Acción Pública (NAP), liderada por Eugenio Matte Hurtado, que en 1933 se fusionó con el Partido Socialista. En 1935, bajo el segundo gobierno de Arturo Alessandri, organizó una resistencia cívica contra un impopular impuesto a las ventas, lo que le valió la detención, el exilio en la Isla Melinka y Maullín, y la suspensión temporal de su ciudadanía. En el presidio escribió Digo lo que pienso, Hago lo que digo (1937), un ensayo introspectivo que reafirmó su compromiso ético frente a la injusticia.
En 1937, a los 29 años, Berman hizo historia al ganar un escaño como diputado por Concepción, convirtiéndose en uno de los tres primeros legisladores judíos de Chile junto a Ángel Faivovich y Marcos Chamudes. Representando al Partido Socialista, fue reelegido en 1941 y 1945, sirviendo en comisiones de Hacienda, Relaciones Exteriores, Asistencia Médico-Social y Legislación. Impulsó leyes fundamentales como el Seguro de Solidaridad Social, el Seguro de Medicina Preventiva, el Régimen Especial de Previsión para Trabajadores de Prensa y mejoras para el personal sanitario, reflejando su doble vocación como médico y defensor de los humildes.
En 1940, lideró a los “inconformistas” dentro del Partido Socialista, criticando su burocratización, y fundó el Partido Socialista de Trabajadores con César Godoy Urrutia. En 1944 se unió al Partido Comunista, atraído por su radicalidad, pero su desilusión con el estalinismo lo llevó a renunciar en 1952. Sus últimos intentos por escaños independientes fracasaron por falta de apoyo partidario, y en sus años finales se dedicó a la medicina y la filantropía, dirigiendo la Policlínica Pública Israelita hasta su muerte.
La voz de un inmigrante comprometido
La faceta literaria de Natalio Berman, aunque no tan extensa como su carrera política, es un testimonio poderoso de su vida y pensamiento. Su obra cumbre, Paradojas (1932), escrita a los 23 años, es una novela autobiográfica que mezcla narrativa, crítica social y reflexión personal. Relanzada por su familia en 2019 con el apoyo del Museo Interactivo Judío de Chile, la obra narra su llegada a Chile como niño inmigrante, los desafíos de la integración y los dilemas de la comunidad judía en un país fervoroso pero desigual. Con un estilo introspectivo, Berman describe la fundación de la Asociación de Jóvenes Israelitas como un acto de resistencia colectiva: “Queríamos construir un futuro, pero temía que nuestras pasiones nos traicionaran”. La novela, según la editora Daniela Roitstein, es “un universo atemporal” que aborda la migración, el desarraigo y la lucha por la justicia con una vigencia sorprendente.
Además de Paradojas, Berman escribió ensayos y artículos en Nosotros, explorando el sionismo, la desigualdad social y el rol de los intelectuales en tiempos de crisis. Su segundo libro, Digo lo que pienso, Hago lo que digo (1937), escrito durante su exilio, es un manifiesto ético que reflexiona sobre la coherencia entre ideales y acción: “La opresión no me doblega; me enseña”. Aunque planeó una tercera obra sobre su experiencia comunista, su desencanto político la dejó inconclusa. Influenciado por Tolstói, los poetas judíos de la diáspora y las crónicas de su tiempo, su estilo combina análisis histórico con una sensibilidad humanista que lo distingue como un escritor de peso, pese a su producción limitada.
Elocuencia al servicio de la humanidad
Los discursos de Berman en el Congreso chileno fueron un pilar de su legado político. En 1938, defendió la política de “Puertas Abiertas” de Pedro Aguirre Cerda con una intervención que resonó en el hemiciclo: “Chile no puede ser una isla indiferente ante el sufrimiento; abrir nuestras fronteras a los perseguidos es un imperativo moral y un acto de dignidad nacional”. En 1939, desde el Congreso Internacional de las Democracias en Montevideo, gestionó el asilo de 27 judíos apátridas varados en Uruguay, celebrándolo en la Cámara con palabras proféticas: “La democracia no es un lujo, es una necesidad; cada vida salvada la fortalece”. En 1940, al asegurar el desembarco de los “Barcos de la Esperanza” con 400 refugiados judíos, afirmó: “No hay victoria más noble que derrotar la indiferencia”.
El apoyo a la inmigración le valió una acusación constitucional al entonces ministro de Relaciones Exteriores Abraham Ortega. Natalio Berman participó en la Comisión Investigadora que examinó las acusaciones contra Ortega, aportando testimonios y documentos en defensa del exministro y de la política migratoria implementada. Su intervención fue fundamental para esclarecer los hechos y demostrar la falta de fundamento en las acusaciones presentadas por sectores opositores. A pesar que la acusación fue rechazada por el Senado, Abraham Ortega finalmente dimitió.
Su discurso de 1948 en apoyo al Estado de Israel, pese a la abstención chilena en la ONU, fue un punto culminante: “Israel no es solo un refugio para los judíos; es un símbolo de redención para todos los pueblos oprimidos. Chile debe tenderle la mano”. En temas internos, como el Seguro de Solidaridad Social, combinaba rigor médico con un llamado ético: “La salud no es un privilegio de los ricos; es un derecho de los pobres que debemos garantizar”. Sus intervenciones, salpicadas de referencias a la historia judía, la literatura universal, las luchas obreras, y metáforas de la anatomía y fisiología del cuerpo humano, lo convirtieron en un orador excepcional, respetado incluso por sus adversarios políticos.
Relación con Pablo Neruda y Salvador Allende
Berman forjó amistades profundas con Pablo Neruda y Salvador Allende, dos titanes de la izquierda chilena. Con Neruda, la relación nació en los años 30 en Valparaíso, en reuniones de intelectuales socialistas donde el poeta, entonces cónsul y escritor emergente, quedó impresionado por Paradojas. Neruda lo llamó “un grito luminoso desde el exilio”, y algunos versos de Canto General sobre la diáspora judía –“pueblo de polvo y esperanza”– parecen inspirados en las charlas con Berman. Durante la Guerra Civil Española, colaboraron en campañas para recibir refugiados, y sus encuentros nocturnos, a menudo acompañados por el piano de Luisa Kohen, eran un espacio de poesía y política. Neruda le dedicó una carta en 1945: “Natalio, hermano de lucha, tu pluma y tu voz son faros en la tormenta”.
Con Allende, el vínculo fue más político, pero igualmente sólido. Se conocieron en el Partido Socialista, donde Allende, joven médico y diputado, admiraba la experiencia de Berman como inmigrante y su enfoque en la salud pública. En los años 40, compartieron la lucha por leyes sociales, y en 1948, durante la persecución de la “Ley Maldita”, resistieron juntos la represión. Arrestado en Pisagua, Berman recibió el apoyo público de Allende, quien lo llamó “un hombre de principios inquebrantables”. Su amistad, basada en ideales de igualdad y solidaridad, influyó en las políticas que ambos defendieron, desde la atención médica gratuita hasta los derechos laborales.
Vínculo con la masonería
La relación de Berman con la masonería chilena, aunque poco documentada, fue significativa en su vida. Se unió a la Logia Esmeralda N°30, de Concepción, el 6 de febrero de 1932, atraído por los ideales masónicos de igualdad, fraternidad y progreso, que resonaban con su visión ética. La masonería, influyente en la elite progresista chilena, incluía a figuras como Marmaduque Grove, fundador del Partido Socialista, y Arturo Alessandri, con quienes Berman coincidió en sus luchas políticas. Este vínculo le ofreció un espacio de reflexión filosófica y redes de apoyo para iniciativas como la defensa de los refugiados y las leyes sociales.
Aunque Berman nunca ostentó su pertenencia –siguiendo la discreción típica de los masones–, se dice que su discurso de 1948 sobre Israel llevaba ecos de los principios masónicos de universalidad y justicia. En reuniones privadas, discutía con hermanos masones temas como la educación laica y la lucha contra el fascismo, temas que también llevó al Congreso. Para él, la masonería fue un complemento a su acción política, un refugio intelectual que fortaleció su compromiso con un mundo más equitativo.
Relación con el Partido Comunista
El paso de Berman por el Partido Comunista (1944-1952) fue un capítulo intenso y contradictorio. Tras fundar el Partido Socialista de Trabajadores, se unió al PC atraído por su discurso radical contra la desigualdad y el fascismo. Apoyó la sindicalización de obreros, la resistencia a la derecha conservadora y la solidaridad internacional con los antifascistas europeos. Sin embargo, el giro autoritario de González Videla en 1948, con la promulgación de la “Ley Maldita” que ilegalizó al PC, lo llevó a prisión en Pisagua junto a cientos de militantes. Las condiciones eran brutales: celdas hacinadas, frío extremo y aislamiento. Berman, sin embargo, mantuvo su dignidad, organizando charlas clandestinas entre prisioneros para sostener la moral.
Su ruptura con el PC en 1952 fue un punto de inflexión. Las purgas estalinistas en la URSS, especialmente el “Complot de los Médicos” –que acusó falsamente a médicos judíos de conspirar contra el régimen–, lo horrorizaron. Como médico y judío, lo vivió como una traición personal y política: “Creí en un comunismo de libertad, no de cadenas”, escribió en un manuscrito inédito. Su salida marcó el fin de su militancia partidaria, pero no de su fe en la justicia social, que canalizó en la medicina y la acción comunitaria hasta su muerte. Este desencanto refleja su inconformismo eterno, un rasgo que definió su vida.
Legado humanitario y ocaso
El mayor aporte humanitario de Berman fue facilitar la inmigración judía y española durante la Segunda Guerra Mundial. En 1938, impulsó la política de “Puertas Abiertas” de Aguirre Cerda, y en los años 40 gestionó la llegada de los “Barcos de la Esperanza” con 400 refugiados judíos. Su labor le valió reconocimientos como la Orden del Comendador del Ecuador, la Medalla del Terremoto de la Cruz Roja Chilena (por su ayuda en el sismo de Chillán de 1939) y su inscripción en el “Libro de Oro de Jerusalén”.
También fue reconocido por los trabajadores, por la promulgación de proyectos legislativos en busca de la equidad social y derechos. Por ejemplo, los obreros a jornales del apostadero naval le regalaron un auto Dodge en Talcahuano en 1943.
En sus últimos años, tras abandonar la política, se dedicó a su familia y a la Policlínica Pública Israelita, falleciendo en 1957 a los 48 años. Su vida, rescatada del olvido por historiadores y sus descendientes, sigue siendo un faro de coherencia y humanidad.
Bibliografía
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- Grez Aránguiz, Sergio Ignacio Itzhak. “Del pensamiento a la acción: Semblanza de Natalio Berman Berman.” Revista de Historia y Geografía, núm. 45, 2021, pp. 113-132. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/7992611.pdf.
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- Drake, Paul W. Socialismo y populismo en Chile, 1930-1950. Santiago: Ediciones Universidad de Chile, 1989.
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- Brahm, Enrique y Montes, Jorge. Exiliados y emigrados: Los españoles y judíos en Chile. Santiago: Lom Ediciones, 2012.
- Museo Interactivo Judío de Chile. “Relanzamiento del libro de Natalio Berman.” Noticias, 2019. Disponible en: https://museojudio.cl/noticias/mij-organiza-relanzamiento-de-libro-de-natalio-berman/.
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